Una película que enseña sobre la valentía

Basta con ver desde su nacimiento, como un niño con apenas unos minutos de vida, lucha por conseguir alimentarse, para entender que por naturaleza e instinto, si a un niño se le da la oportunidad de hacer algo, luchará con fuerza para lograrlo.

Recientemente nos vimos El reino mágico, una adaptación del poema del gran escritor ruso Alexander Pushkin que fue publicado en 1820. Y tras salir de la sala de cine, me quedó el interrogante de cómo enseñar a mi retoño a ser valiente.

Para mí, ser valiente nace de la motivación, de las ganas de lograr ese objetivo. Claro, debe ser una motivación sincera y real, de lo contrario, se quedará en un simple intento.

Cuando hablo de motivar con sinceridad me refiero a no hacerles creer que confiamos en ellos y en el fondo, pese a que deseamos que lo logren, pensamos que no lo van a conseguir y aunque me digan loca, les aseguro que nuestros retoños perciben esa duda en nosotros.

Sinopsis

Ruslan, un artista que sueña en convertirse en un caballero, se enamoró al instante de la bella Mila, una joven hermosa de cabellos rojos. Lo que Ruslan no sabía era que el padre de Mila es un rey, por lo cual ella es secuestrada por Chernomor, un malvado hechicero. El valiente joven se embarca en la aventura de su vida para rescatarla y, de paso, convertirse en héroe.

El director Oleh Malamuzh hace su debut en la gran pantalla con esta producción, ganadora de el premio a mejor animación del Richard Harris International Film Festival en su sexta edición. El Reino Mágico llega a sorprender a las audiencias, pues se ha convertido en la película de mayor recaudación de producción ucraniana.

Para enseñar a ser valientes a nuestros hijos debemos permitirles perder

Solemos hacer de todo por evitarles el sufrimiento a nuestro retoños, pero a la larga lo que hacemos es que dejen de intentar lo que se han propuesto o incluso que nosotros terminemos haciéndolo por ellos.

Lo ideal -y digo lo ideal, porque cuesta trabajo- sería permitirles el fracaso, errar, equivocarse y acompañarlos en ese proceso. Ahora bien, no podemos irnos al otro lado del camino y exigirles más de lo que pueden, solo lograríamos que la próxima vez ni lo intenten.

Simplemente pongámonos la tarea de entender que al igual que nosotros los adultos, cada acción en los niños les ha costado mucho esfuerzo, y tras no haberlo logrado, en lugar de acompañarlos llegamos a reprocharles, ustedes ¿cómo se sentirían?

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Yo voy en el proceso y les comparto algunas pautas que aplico:

Valorar su esfuerzo. Seamos conscientes que nuestro reconocimiento es su mayor éxito y su mayor motivación. Lo fundamental es que apreciemos cada uno de los esfuerzos, pasos y avances que van logrando y no desacreditarlos porque “se puede hacer mejor”.

Evitar la sobreprotección. Esta sí que me cuesta, porque como hijo único, con Jake he experimentado (y de seguro así será por el resto de nuestras vida), que amar no es sobreproteger y que darle lo mejor no es ponerlo en una burbuja, que darle lo mejor es estar ahí para él cuando él decida que puedo ayudarle.

No decidir por ellos. ¿Cuántos por aquí han pujado y le han hecho a su hijo una seña para que no mueva esa ficha de ajedrez que le hará perder la partida? ¡Yo! Yo lo hice, y luego entendí que no está bien, que debo permitirle tomar sus decisiones, dejarlo que se dé cuenta que no tomó la mejor decisión. La razón es simple: él aprende de su propia experiencia, porque es importante que tenga el valor de hacer las cosas y comprenda cuál es la mejor manera, su manera. Ahora bien, no estoy diciendo que los dejemos hacer todo y que ellos “aprendan a golpes”. Porque ciertamente hay cosas que nunca serán negociables y si se trata de cuidar su integridad, no se hace y punto.

Advertir lo que podría pasar. Lo que si podemos hacer es ayudarles y prepararlos para lo que podría pasar. Ayudarlos a situarse en una realidad lo más exacta posible para que sus expectativas estén dentro de la realidad. Esto significa que si lo logra, debe estar muy orgulloso y feliz de obtener el resultado deseado, y si no, feliz y orgulloso por haberlo intentado.

Seamos su ejemplo. Ya sabemos que nuestros niños son una esponjitas y hasta el reflejo de nuestra casa. Así que seamos buenos ejemplos a seguir. Por cosas como estas suelo decir que ser mamá me ha hecho mejor persona y quiero que Jake vea en mí y en su papá personas con la ilusión de mejorar todos los días, con retos y alentados por conquistar los objetivos que nos trazamos.

De seguro se me escapan muchas más pautas, ustedes podrían incluso aconsejarme. Yo por lo pronto, les digo que si esta reflexión la saqué de 85 minutos de película, imagínense lo que ustedes podrían sacar.

Vayan a ver El Reino Mágico con sus niños de 4 años o más, ellos se divertirán mucho. No en vano, es una historia que marcó al mundo y que dos siglos después sigue vigente.

Ya saben, me cuentan qué tal les pareció. Bonito día gente bonita.