¡Llegó la Navidad! y con ella, su antihéroe: El Grinch

Basada en la historia de 1957 del Dr. Seuss ¡Cómo el Grinch se robó la Navidad!, esta versión hecha por Illumination (los mismos de los Minions) y Universal Pictures, sobresale por ser más colorida que las anteriores. Su animación hace honor a los dibujos originales donde la magia de los Quién es indiscutible. En definitiva, es una graciosa, emotiva y entretenida historia infantil que trae como moraleja al amor y la compasión.

Sinopsis

El Grinch cuenta la historia de un cínico gruñón que se embarca en la misión de robar la Navidad, solo para que sus sentimientos cambien gracias al generoso espíritu festivo de una pequeña niña, Cindy-Lou. Graciosa y visualmente asombrosa, es una historia universal acerca del espíritu navideño y el indomable poder del optimismo.

¿Logrará Cindy-Lou cumplir su deseo de conocer a Santa Claus? ¿Conseguirá el Grinch poner fin al jolgorio navideño de los Quién de una vez por todas?

Detrás de un adulto enfurecido, hay un niño triste

Quienes ya sabemos la historia del Grinch, entendemos el porqué de su mal humorado actuar. Y es básicamente porque fue maltratado en su niñez, su autoestima nunca fue alimentada y por el contrario nunca recibió amor ni compasión de quienes lo rodeaban.

¿Compasión? Sí, esa misma que debemos tener con nuestros pares, la que nos permite ponernos en sus zapatos, entender situaciones por las que, por fortuna, nosotros quizá no hemos pasado e intentar aliviar o por lo menos acompañar ese dolor.

Los niños muy seguramente no entiende el concepto, pero sí se lo podemos enseñar con nuestros actos, entendiendo sus emociones y brindándoles apoyo cuando lo necesiten. En últimas de eso se trata, de crecer junto a ellos, de hacerles sentir que cuentan con nuestra compañía cuando ellos la necesiten.

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Yo fui una niña Grinch

Llevamos escuchando un buen tiempo que las heridas de los adultos se crean desde la infancia y puedo dar fe de ello: En mi niñez tuve un choque emocional complejo y eso hizo que la tristeza me invadiera de tal forma, que vi el mundo borroso por casi una década. Eso implica que tuve que pasar mi adolescencia, no solo con los altibajos típicos de la edad, si no también reprochando una y otra vez los porqués del pasado y hasta del presente.

Y es que cuestionar el pasado no está mal, lo malo es culparse de ello y no tener personas compasivas a nuestro alrededor (no porque no quieran, sino porque no saben cómo hacerlo), que se pongan en nuestros zapatos, que nos fortalezcan la autoestima y que por el contrario crean que cada uno de nuestros movimientos está concentrado en llamar la atención.

¡Sí, yo fui esa niña! Pero con orgullo les confieso que hoy en día amo la Navidad tanto como mi hijo lo hace. Soy de las que se emociona cuando sale a la calle y ve un niño con gorro rojo y blanco corriendo a recibir los aguinaldos. Disfruto sentir el olor de la natilla y los buñuelos que hace mi suegra, me enamora ver a mi esposo encender el tocadiscos para animar el día de velitas y me alegra ver a mi hermana “vestir” cada metro de su casa con el espíritu de la época.

Pero algo que siento desde que soy mamá es que cuando veo el brillo de las luces del árbol en los ojos de mi retoño, entiendo que valió la pena cada segundo siendo una Grinch, para que mi historia no se parezca a la suya, él crezca sano emocionalmente y yo pueda seguir creciendo a su lado.

Bonito día gente bonita. Recuerden que a los niños también se les debe enseñar a tener compasión por ellos mismos, todo empieza por nosotros. Y ya saben, si van a ver El Grinch, me cuentan qué tal les pareció, por aquí los espero.